Otro inicio escolar de desconcierto

Septiembre de 2017.

De nuevo nos encontramos ante un inicio de curso escolar marcado por la incertidumbre y el desconcierto de padres, profesores y alumnado. Si hace un año la causa de tal incertidumbre fue el intento de sustitución de la Selectividad por el nuevo sistema de reválidas que implementaba la LOMCE y a la que se opusieron 13 de las 17 comunidades autónomas de nuestro país. Este año la desorientación viene de la mano del decreto de plurilingüismo y las luchas partidistas por aplicarlo o derogarlo.

La Conselleria d’Educació recogía un nuevo modelo lingüístico educativo mediante el Decreto 9/2017, de 27 de enero, que ha venido a convertir, una vez más, las aulas en un campo de batalla ideológico. El punto más conflictivo del decreto es aquel que establece que dependiendo del programa al que se acoja cada centro educativo (básico, intermedio o avanzado) se les brinda a los alumnos un mayor nivel de inglés y mayor titulación en este idioma a la finalización de la etapa educativa, si el nivel y las horas de valenciano son mayores. Es decir, que aquellos centros que deseen ofrecer una mayor formación y titulación en la lengua de Shakespeare se verán obligados a tener la práctica totalidad de las asignaturas en valenciano.

Ante este decreto y mediante un recurso de la Diputación de Alicante, el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana ordenó la suspensión cautelar del mismo, ante lo que el Govern de la Generalitat aprobó este mismo 1 de Septiembre (sólo 10 días antes del inicio de las clases) un decreto de medidas urgentes que garantiza el programa lingüístico de cada centro en el primer curso del segundo ciclo de la etapa infantil.

Nosotros no pretendemos entrar a valorar si una ley o un decreto es bueno o malo en su fondo. Lo que si pretendemos denunciar es que un año más los colegios y la legislación educativa parecen ser una trinchera muy apetecible desde la cual, ya sea desde Madrid o desde Valencia, desde la derecha o desde la izquierda, todos parecen interesados en imponer sus postulados, olvidándose que los que sufren estos “vaivenes” son los profesores, los padres y sobre todo nuestros alumnos, que muchos deberían recordar que ellos encarnan nuestro futuro como sociedad.

José Martínez Sola

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